miércoles, 3 de diciembre de 2008

LOS TAURINOS NOS SIGUEN INSULTANDO

Primero fue el señor Múgica, ese defensor del pueblo que sólo se defiende a si mismo. Ahora, un desconocido nos llama más cosas: gentuza, cerriles, necios, hipócritas, anitiespañoles, progres de vario pelaje, inmorales, intolerantes, y antidemocráticos.

No está nada mal, pero que nada mal.

Cómo bien dice el autor de la arenga a la batalla, es o son una masa de granito sin fisuras. Lo que parece olvidar, es que el granito ni siente, ni piensa, ni padece.

Copio y pego su discurso. Haceros una idea de la calidad de su autor:

Aficionados: ¡A defenderse¡
Domingo Delgado de la Cámara

La ofensiva antitaurina se ha desatado con todo rigor. Y esta vez, conscientes de sus apoyos en la política y en los medios de comunicación, van a por todas. Parece que se han dicho: ahora o nunca. La campaña que se ha iniciado tiene por objetivo la prohibición inmediata de la fiesta de los toros. ¿Qué hacer ante lo que se nos viene encima?

Creo, en primer lugar, que no hay que entrar al trapo. No hay que aceptar el debate que plantea el enemigo. Y ¿por qué no hay que aceptarlo? Por varias razones. La primera, porque suele estar siempre amañado, con un moderador partidario de los anti que lleva la discusión por el camino que le conviene.



En segundo lugar, aceptar el debate supone aceptar el juego del enemigo y rebajarse ante él. No tenemos que justificarnos por nuestra afición y no tenemos que buscar la aprobación de nadie. Un error que constantemente repiten las buenas personas es tratar de llevarse bien con la gentuza, es tratar de convencer a los cerriles. Esto supone una gran pérdida de energías, porque es imposible convencer de nada a los necios y, además, la gentuza interpreta el afán conciliador como un síntoma de debilidad y, por tanto, se crecen.



Ya sé que tenemos cientos de argumentos para explicar la tauromaquia. Pero esos argumentos chocan contra un muro ante el talante intransigente de nuestros enemigos. No perdamos el tiempo. Entrar en el debate supone reconocer de entrada la nobleza del adversario. Y ahora no se trata de adversarios. Se trata de enemigos que quieren acabar con el toreo. No entremos en su juego.



Pero, eso sí: es muy importante desenmascarar las auténticas razones que impulsan al enemigo. No hay que entrar en el debate del "pobrecito toro", pero sí hay que repetir mil veces que son unos hipócritas y que atacan a la fiesta, no por su preocupación hacia los animales, sino por su odio irrefrenable a todo lo que huele a España. Los animales son la excusa. La razón fundamental es el odio a lo español. Y hay que recalcarlo. Odio que no solo lo sienten los nacionalistas, sino todos esos progres de vario pelaje que siempre han renegado de su país. Esta es la causa profunda del antitaurinismo hispano. Quieren ser europeos, y en Europa no hay toros. Si hubiera feria taurina en Londres o en Ámsterdam, el debate simplemente no existiría.



Hay que desenmascarar su hipocresía, no entrando nunca en el absurdo debate de los derechos de los animales, un imposible metafísico y una aberración jurídica. Hay que impedir que saquen a relucir sus argumentos sensibleros y, por supuesto, señalar la inmoralidad que supone ser contrario a las corridas de toros y favorable al aborto, el genocidio de nuestro tiempo apoyado por toda la progresía animalista del universo mundo.



Resumiendo: al enemigo se le debe despreciar y se deben sacar a relucir sus vergüenzas, contradicciones e hipocresías, pero jamás se debe debatir con él nada en un plano de igualdad. Al enemigo ni agua.



Nuestra lucha debe fundamentarse esencialmente en al artículo 14 de la Constitución, que hace a todos los españoles libres e iguales ante la ley. Por ello no hay nadie capacitado jurídicamente apara impedir el disfrute de nuestra libertad. Esto es muy importante. El enemigo es esencialmente intolerante y antidemocrático, y hay que repetirlo mil veces. Esa gente, por muchos amigos que tenga entre los políticos y los periodistas, no tiene ningún derecho a meterse en nuestra vida. Si no gusta de los toros, que no vaya, pero no tiene ningún derecho para prohibírselos a los demás.



Nosotros tenemos que ser un bloque monolítico, una masa de granito sin ninguna fisura. Todos juntos con el mismo objetivo. Es muy importante estar unidos, porque la desunión es un síntoma de debilidad y por ahí atacarán. Por supuesto que hay que dejar a un lado intereses particulares y enemistades privadas. Lo repito: todos juntos en una misma organización dispuesta para la batalla. Porque va a haber que batallar.



No estamos acostumbrados a batallar porque hasta ahora se había tolerado la fiesta y no se la molestaba demasiado. Pero todo esto ha cambiado. Ahora van a por nosotros. Y hay que batallar, único medio de hacernos respetar. ¿Que en una radio una demagoga nos pone a escurrir? Pues se inunda de cartas dicha radio, dejando muy claro que mientras esté esa demagoga ningún aficionado sintonizará jamás ese dial.



¿Que un político dice una sandez? Pues se le declara persona non grata y se deja muy claro a su partido que mientras ese señor esté en sus listas no le votaremos jamás. Si los autitaurinos se han hecho respetar es porque llevan muchos años batallando. Por eso, aún siendo cuatro gatos, los temen. Ya es hora de que nos teman a nosotros que, además, somos muchas más personas, el segundo espectáculo masivo del país (o ¿el primero?). Me gustaría ver como le iría al deporte sin el menor apoyo ni mediático ni institucional.



Todos unidos debemos conseguir en primer lugar, que los dos grandes partidos mayoritarios abandonen sus tibiezas y se decanten de una vez por todas. Logrado esto, habrá que exigirles que declaren la tauromaquia bien de interés cultural en el Parlamento de la Nación. Así se la blindará de los ataques de las Autonomías díscolas y antiespañolas. El toreo, como bien de interés cultural, debe ser protegido en todo el territorio nacional para que pueda ser disfrutado por los aficionados con la misma de libertad e igualdad que disfrutan los aficionados a otros espectáculos.



Una vez obtenido esto, hay que cambiar el modelo organizativo de la Fiesta. Resulta que el reglamento del fútbol es universal y en los toros vamos a tener diecisiete reglamentos autonómicos diferentes. Un disparate. La España de las Autonomías es un error histórico de nefastas consecuencias, que un día, ya próximo, habrá que reconducir refundando el Estado. Pero mientras llega ese día, hay que lograr desembarazarse de la nefasta tutela de políticos y funcionarios, consiguiendo crear un organismo independiente formado por profesionales y aficionados de la tauromaquia, que cree un único reglamento por primera vez eficiente y realista, y que se ocupe de los problemas de la fiesta sin injerencias externas.



Y aviso para navegantes: nuestra mejor propaganda es una fiesta totalmente íntegra y verdadera. Cuando en el ruedo hay riesgo y emoción, el argumentario antitaurino es una ridiculez. Por el contrario, la fiesta trucada del toro afeitado y moribundo, llena de argumentos a nuestros enemigos. Si queremos sobrevivir, tenemos que poner en su sitio a todos los mangantes que medran del toreo. Son nuestros mayores enemigos. Por eso en el organismo que defiendo, tendría que haber un comité de disciplina que ponga orden, sancionando ejemplarmente a tanto impresentable.



Todo esto no es una utopía. Lo podemos conseguir trabajando y luchando. Ya lo dijo el crítico taurino Hache hace un siglo: "Aficionados, a defenderse". Pues lo dicho.