viernes, 22 de febrero de 2008

NO SOY VEGETARIANO, NI VEGANO, PERO...


No soy vegetariano, ni vegano. Hace mucho tiempo que no piso un matadero. Aún recuerdo la primera vez y lo mal que lo pasé. Fue en mis años de universitario, obligado por las prácticas de alguna asignatura. Luego, cuando terminé la carrera, pasé un verano en Castellón, visitando distintos mataderos. Debo reconocer que fue otra experiencia desagradable. Aún así, y cómo he dicho, como trozos de cadáveres. La verdad es que muchas veces me he preguntado el por qué. El artículo que aparece hoy en El País, firmado por Ruth, me ha hecho volverme a preguntar lo mismo. Sé que es utópico pensar, que el ser humano, omnívoro por naturaleza, deje un día de comer carne, pero se me ocurre que podríamos empezar por rebajar al máximo el sufrimiento de los animales de los que nos alimentamos, dotando a ese ritual de sangre del máximo “respeto” hacia el resto de las especies.

¡Atrévete a ser sabio!

RUTH TOLEDANO 22/02/2008

“Usted acaba de comer al mediodía, y no importa cuán cuidadosamente haya escondido el matadero, a una distancia prudencial de pocos o muchos kilómetros: usted es culpable”. Estas palabras fueron escritas y muchas veces repetidas, allá por el siglo XIX, por Ralph Waldo Emerson, uno de los padres de la poesía y la filosofía de los Estados Unidos de América. Casi dos siglos después, muy pocos en esa nación de naciones parecen haberlas leído. Tampoco en sus naciones satélites, ni en las naciones enemigas, ni en las pocas naciones independientes o al margen de su plenipotenciario poder. En lo que a los mataderos respecta, existe, a todo lo largo y ancho del planeta, una curiosa, sorprendente e inédita coincidencia. Cuando hace unos días vimos en las pantallas de televisión cómo eran arrastradas por máquinas las vacas enfermas o desfallecientes de un matadero de Chino (California), cómo eran golpeadas, humilladas, maltratadas, muchos nos alegramos. Era la hora de comer y, ante su plato con un filete, con una hamburguesa, con un solomillo, con unas salchichas, con un surtido de embutidos, con un guiso en el que flotaban trozos de cadáveres de animales, los telespectadores asistían a una crueldad de la que habitualmente no son informados. Algunos se escandalizaron, se dolieron, se indignaron, se asquearon. Eso era lo que había en su plato.

Muchos, sin embargo, sentimos una triste alegría: al fin los medios de comunicación de masas mostraban lo que sucede, no un día sino cada día y cada segundo de cada día, y no en ese matadero sino en todos y cada uno de los mataderos del mundo. Y recordamos las palabras de Elisabeth Costelo, el personaje trasunto del premio Nobel J. M. Coetzee: “Los nazis aprendieron a procesar los cadáveres en los mataderos de Chicago”.

Y recordamos a Plutarco: “¿Podríais realmente preguntaros qué motivos condujeron a Pitágoras a abstenerse de comer carne? Yo por mi parte me pregunto bajo qué circunstancias y en qué estado espiritual decidió un hombre tocar sangre con su boca”. Y recordamos a Voltaire: “Consideramos estas atrocidades, que a menudo resultan pestilentes, como una bendición del Señor y le damos las gracias en nuestras oraciones por nuestros asesinatos”. Y a Diderot: “¿No es acaso animar a los hombres a la crueldad si se les permite clavar el cuchillo en el corazón de los animales?”. Y al también premio Nobel Romain Roland: “La crueldad con los animales y también la indiferencia respecto a sus sufrimientos es uno de los pecados más graves del género humano. Es la base del deterioro humano. Si el hombre causa tanto sufrimiento, ¿qué derecho tiene entonces a quejarse cuando sufre él mismo?”.

Y recordamos que Goethe consideraba un deber humano respetar y proteger a los animales. Y que la fe de Einstein en el futuro de la humanidad pasaba por abandonar el crimen hacia los animales. Y que Kant dijo: “La crueldad con los animales es lo opuesto al deber que el hombre tiene consigo mismo”.

Y dijo Schopenhauer: “Quien es cruel con los animales no puede ser un buen hombre”. Y nos advirtió Tolstói, que tanto sabía de la guerra y de la paz: “De matar animales a matar hombres hay sólo un paso, y con ello también de torturar animales a torturar hombres (…)”.

“En tanto existan mataderos, habrá campos de batalla”. Y recordamos cuánto saben los EE UU y sus naciones amigas y enemigas de matar y torturar hombres, de mataderos y campos de batalla.

Los hombres y las mujeres pueden defender sus derechos, asociarse, aliarse, ayudarse, recurrir a la justicia. Pero los animales no tienen voz. Las vacas y cerdos y corderos exterminados en los mataderos, los perros y gatos apaleados en las calles, los visones desollados en las granjas peleteras, los monos y ratones y conejos torturados en los laboratorios, los toros maltratados en las plazas no tienen voz. Para dársela, para recordar a los ciudadanos lo que hay en su plato, a los políticos lo que olvidan en sus programas, a los gobernantes lo que ocultan tras los muros de la dejación, la injusticia y los intereses económicos, se presenta a las elecciones generales el PACMA (Partido Antitaurino Contra el Maltrato Animal).

Es un partido formado por personas con un alto sentido moral y lucha por la liberación animal (www.pacma.es). Es un partido que dice con Schopenhauer: “A los animales no les debemos compasión sino justicia”. Que dice con Leonardo da Vinci: “Llegará un día en que los hombres serán juzgados por la muerte de un animal como hoy se juzga el asesinato de un hombre”. Que exclama con el poeta Horacio: “¡Atrévete a ser sabio! ¡Deja de matar animales! El que está aplazando la hora de la vía recta, es como el labriego que espera a que el río se seque para cruzarlo”

1 comentario:

steuf42 dijo...

cada vez que tengo de visitar un matadero n ambito da carera de inspecção sanitaria...me pongo mal...
El ser humano tiene de pensar nos metodos de producion animal, mas creo que no es el problema em que todos pensan...dinheiro e mais nada como se dice aqui em Portugal