RAZONES PARA ABOLIR LA TAUROMAQUIA: POR QUÉ EL TORO SI SUFRE
Si bien es cierto que en los últimos años se han producido grandes avances en lo que respecta a la legislación sobre el bienestar animal a casi todos los niveles por parte de organismos internacionales, nacionales y autonómicos, quedan aún grandes vacíos que deben ser resueltos con suma urgencia.
Se me ha pedido que como veterinario, me pronuncie sobre los espectáculos que tienen como protagonista al toro de lidia, que es el toro que se utiliza en las corridas.
Existe legislación y amplias recomendaciones sobre protección animal en lo que respecta a la mayoría de las especies criadas para su posterior consumo, sobre animales de experimentación, y sobre animales de compañía, pero poco o nada se habla sobre los toros utilizados en este tipo de festejos.
Resulta curioso leer que el bienestar animal ha sido identificado como una de las prioridades del Plan Estratégico de la Organización Mundial de Sanidad Animal desde el año 2001, pero el campo de este código moral de conducta, se limita al trasporte de animales, sacrificio de animales destinados al consumo, y al sacrificio de animales con fines de control sanitario. Posteriormente se ha ampliado a los animales de experimentación y a los animales de compañía. También la Unión Europea ha desarrollado una amplia legislación al respecto.
¿Forman parte de alguno de estos grupos los toros que son utilizados en las corridas? ¿No hay nada que legislar sobre su bienestar? Podríamos decir que no, que no forman parte, ya que las recomendaciones y lo legislado hasta ahora no se refiere a ellos. Sabemos que son trasportados a los localidades en donde serán toreados y dados muerte, y que muchos de ellos serán después utilizados para el consumo, pero se olvidan del sufrimiento psíquico y físico al que son sometidos.
Cuando la norma europea dice: “que se respetarán las disposiciones legales o administrativas, y las costumbres de los Estados miembros relativas en particular a actos religiosos, tradiciones culturales y patrimonio regional”, se está hablando de ellos, pero también podemos interpretar que los organismos internacionales no harán nada al respecto. Se habla de forma indirecta, pero no se regula nada sobre su bienestar. En beneficio de unas mal interpretadas costumbres o tradiciones se permite el uso y abuso de estos animales, pervirtiendo la norma anteriormente citada.
Somos conscientes como he dicho antes, que se han producido grandes avances en las leyes de protección animal, debido a la confluencia de varios factores, entre los que podemos destacar:
-Un mayor conocimiento de las distintas disciplinas relacionadas con los animales de renta, como son el comportamiento animal, la fisiología del estrés o el manejo correcto de los animales.
-Una mayor concienciación social sobre las necesidades de estos animales y un rechazo hacía los abusos que se consideran intolerables y no justificados, ni moral, ni económicamente.
Cuando se habla de bienestar animal surgen una serie de discrepancias, pero podríamos limitarlo a una serie de premisas:
-El organismo en cuestión, dotado de un sistema neuroendocrino, es decir nervioso y hormonal muy similar al nuestro, debería no presentar alteraciones fisiológicas, es decir, sus manifestaciones emocionales no deberían diferir de las que presentan en condiciones normales.
-El bienestar animal tiene que ver con las sensaciones experimentadas por ellos, esto es: la ausencia de fuertes sensaciones negativas llamadas en general sufrimiento, y (probablemente) la presencia de otras positivas, que suelen denominarse placer.
Toda evaluación del grado de bienestar animal debe centrarse en las mediciones de esas sensaciones.
La preocupación por el bienestar animal es el resultado de dos elementos:
Por una parte el reconocimiento de que los animales pueden experimentar dolor y sufrimiento, y por otra, la convicción de que causarles sufrimiento no es moralmente aceptable, al menos en principio, si no hay una razón que lo justifique.
¿Podemos considerar que las corridas de toros, es decir, una tradición popular en la que se somete a una tortura a un animal, el toro, son una justificación a ese dolor y a ese sufrimiento? Mi respuesta como veterinario es categórica: NO.
Todavía hay quién se pregunta si someter a un toro a estas prácticas puede causarle sufrimiento físico y psíquico, y peor aún, todavía hay, entre el colectivo al que pertenezco, quién afirma que el toro utilizado en las corridas es un mamífero especial, y que merced a determinadas respuestas neuroendocrinas no sufre o por lo menos no lo hace con la intensidad con la creemos.
La pregunta es: ¿existen estudios dotados del suficiente rigor científico que nos digan si estos animales sufren ante estas situaciones? ¿Podemos decir que la corrida implica una seria alteraciones en el normal funcionamiento orgánico de estos animales? Podemos decir sin temor a equivocarnos, respondiendo a las dos preguntas que sí, y lo vamos a demostrar.
En su ambiente natural, el animal puede expresar su comportamiento normal, que se ve afectado cuando es restringido a un ambiente artificial. Cualquier alteración que saque a este animal de su medio natural, producirá miedo y ansiedad, lo que llevará a su organismo a manifestar una serie de respuestas neurofisiológicas perfectamente estudiadas. El miedo y el dolor son unos poderosos causantes de estrés.
¿Y qué es el estrés? ¿Para qué sirve? ¿Qué consecuencias tiene para la salud? ¿Qué mecanismos son responsables de él?
El estrés se define como una “agresión contra un organismo vivo” o también como “el conjunto de reacciones biológicas y psicológicas que se desencadenan en un organismo cuando se enfrenta de forma brusca con un agente nocivo, cualquiera que sea su naturaleza”. Se define también como: “ la situación de un individuo o de alguno de sus órganos o aparatos qué, por exigir de ellos un rendimiento superior del normal, los pone en riesgo de enfermar”
¿Podemos adaptar alguna de estas definiciones a lo que le ocurre a un toro durante la corrida, desde es que es sacado de su hábitat natural hasta que se le da muerte en una plaza de toros? Cómo veterinario no me cabe la menor duda.
La sorpresa nos la llevamos en febrero del año pasado, cuando numerosos medios de prensa de nuestro país, se hicieron eco de un estudio hormonal realizado en los toros utilizados en este tipo de espectáculos (que han pasado por los tercios de varas, banderillas, faena con la muleta, estocada, descabello, y/o puntilla) o que lo han sido parcialmente (es decir, aquellos que han pasado por el tercio de varas y devueltos a los corrales, o que han pasado por el tercio de varas y banderillas y que han sido devueltos a los corrales). Debo aclarar que la mayoría de estos análisis hormonales se realizaron sobre toros muertos, ya los que son devueltos a los corrales tras salir a la plaza, o después de ser picados, o después de ser picados y banderilleados son una mínima parte.
Antes de continuar con la exposición y aunque luego ampliaré la información al respecto, debo decir que el tercio de varas es aquel en el que al toro se le clavan lo que se conoce como las puyas, que es un instrumento cortante y afilado de 9 cm de longitud (tres de púa en forma de pirámide y 6 cm de acero encordado); las banderillas (se le ponen 6) son unos arpones sujetos por palos de 6 cm de longitud. Existe una variedad que son las conocidas como de castigo que miden algunos cm más. La faena es el tiempo en el torero practica pases de distinto tipo con el capote o la muleta. La estocada consiste en clavar al toro una espada curvada de 80 cm de longitud. El descabello consiste en seccionar la médula del toro con una espada recta que lleva un tope, y la puntilla cumple la misma función que el descabello, pero se hace un cuchillo.
Una vez realizado este pequeño inciso, continuaré con la exposición: se dice en dicho estudio que los niveles de estrés en estos animales son menores que los detectados en un toro “simplemente” trasportado en un camión.
Este estudio, que muchos de ustedes conocerán, ha ido aún más lejos, ya que según se nos informa, el toro, durante corrida, es capaz de producir una gran cantidad de hormonas conocidas como betaendorfinas que serían capaces de neutralizar el dolor provocado por las puyas, las banderillas, el estoque y el descabello.
Se abre así un nuevo concepto de la respuesta del toro ante la corrida con los datos obtenidos en dicho estudio. Estudio que todavía no ha sido publicado en ninguna revista o medio de carácter científico. A pesar de que ésta premisa, que resulta fundamental para darle cierta credibilidad no se ha cumplido, yo he basado mi respuesta en él, y he llegado a una conclusión totalmente contraria: lo único que demuestra es que el toro es sometido durante la corrida a una de las mayores torturas a las que un animal puede ser sometido.
Según dicho estudio, basado como he dicho, en una serie de determinaciones hormonales, el toro sufre, pero no tanto como se podía pensar. Se decía que dicho estudio echaría por tierra muchos de los vacuos argumentos que esgrimimos los antitaurinos y los animalistas.
El primer medio de comunicación que se hizo eco de él, fue la revista taurina 6 toros 6, que tituló su reportaje publicado en el número 656 de 23 de enero: “Por qué el toro no sufre”. Luego, varios periódicos de tirada nacional como ABC, El Mundo o La Razón, publicaron amplios reportajes al respecto.
En Francia, el periódico Liberation, también informaba en sus páginas sobre dicho estudio, y más tarde lo han hecho bastantes medios de prensa de América Latina.
Desconozco la razón por la que se le dado tanta importancia mediática al asunto pero, por esa época, la ex ministra Narbona ya había hecho algunas declaraciones que no gustaron a los sectores pro taurinos y además los movimientos pro abolición de las corridas de toros cada día se hacen más incómodos con sus masivas protestas en la calle y en los medios de comunicación. Por otro lado, la opinión pública se está cuestionando la razones por la que se sigue adelante con este tipo de espectáculos. La prueba más palpable de que ha surgido un importante movimiento abolicionista de las corridas de toros en todos los países en que todavía existen, y algunos otros europeos, es la presencia del lobby pro taurino estos días en Bruselas. Nunca habían lanzado a una contraofensiva tan intensa, y sospecho que la posible retirada de las subvenciones por parte de la UE a las ganaderías de este tipo de toros tiene bastante que ver con esto.
Centrándonos en el estudio que nos ocupa debemos decir que, como su autor ha reconocido, se han derivado fondos de otros proyectos de investigación para su elaboración, y que seguramente existen subvenciones del sector privado para llevarlo a cabo.
Dado que la mayoría de ustedes son profanos en la materia que voy a tratar les diré, para que los conceptos queden claros que, el cortisol, y su precursor la ACTH, son las hormonas por la que podemos medir el estrés, es decir el sufrimiento psíquico de un animal, y que las betaendorfinas son hormonas que podemos considerar como mediadoras del dolor y del estrés.
A modo de resumen lo que se dice en el estudio en que se basa mi réplica es:
• El toro que se utiliza en las corridas es un animal, entre comillas, “especial” endocrinológicamente (hormonalmente) hablando, ya que tiene una respuesta totalmente diferente a la de otras especies animales, en cuanto al dolor y el estrés.
• El toro tiene más estrés en el momento de saltar al ruedo que durante la corrida, es decir, desde que está en los corrales hasta que transcurren sus cinco primeros en el ruedo.
• Los niveles de cortisol (hormona del estrés) son más altos en los toros devueltos a los corrales sin picar que los que si lo han sido. A su vez, estos toros picados y que son devueltos a los corrales después, tienen más cortisol en sangre que los que son devueltos después de picados y banderilleados, y curiosamente, los toros analizados después de picados, banderilleados y sacrificados por el estoque y el descabello, tienen menos cortisol que los anteriores. En resumen, que cuanto más alto es el castigo físico y psíquico al que son sometidos, menor es su estrés, ya que sus niveles de cortisol y de la hormona precursora de éste, la ACTH, son menores. La ciencia indica que debería ser al contrario.
• El toro durante el transporte sufre tres veces más estrés que durante la corrida, lo que demostraría que el toro es un animal perfectamente adaptado para este fin.
• Se puede decir que tras pasar el tercio de varas (puyas) los niveles de cortisol en estos toros llegan a ser prácticamente normales.
• Cuando hay sufrimiento o estrés, debido a una acción externa (un pinchazo, un pellizco, una quemadura) se pone en funcionamiento todo el sistema nervioso y se liberan betaendorfinas. Son lo que se conoce como hormonas del placer. Se pregunta el autor del estudio: “¿qué quiere decir esto?”, y se responde: “que si yo estoy provocando un dolor y la persona (no habla de toros, pero da lo mismo) libera muchas betaendorfinas lo que está haciendo es paliar ese dolor, porque está liberando la hormona de la “felicidad” como también se conoce”. Y añade: “la betaendorfina bloquea los receptores del dolor en el sitio donde este se produce, hasta que llega un momento en que dolor y placer se equiparan, y deja de sentirse dolor”.
• Los toros, durante la corrida, liberan 10 veces más betaendorfinas que las personas y siete veces más que durante el transporte. La puya es la que hace que el toro libere betaendorfinas en grandes cantidades, lo que hace que ese dolor sea matizado.
• El toro bravo tiene un mecanismo especial para llegar a controlar su propio dolor. Por supuesto que dolor va a sentir, pero no es lo mismo que un organismo pueda controlarlo y contrarrestarlo, hasta casi no tener sensación de dolor, que otro que no puede poner en funcionamiento este mecanismo.
• El toro de que sale a la plaza tiene un mecanismo especial que responde en milisegundos, con la liberación de cortisol y catecolaminas. El toro es distinto a los demás animales, porque en cuento siente estrés, en mucho menos tiempo que un segundo ya está liberando hormonas para contrarrestar esa situación. Las descarga para bien, para contrarrestar el dolor hasta que llega un momento en que deja de sentirlo. En cuanto avancemos en la investigación, podré afirmar que no existe ninguna sensación de dolor.
Si nos atenemos a las mínimas exigencias científicas que debe tener cualquier estudio de esta magnitud, mi opinión es que hace agua por muchos sitios.
• No se puede hablar de un estudio hormonal que trata de la respuesta de un animal (el toro) ante una situación determinada (la corrida), cuando la mayoría de los resultados hormonales se obtienen sobre un cadáver. No es adecuado por tanto el término de determinaciones hormonales durante la corrida, y sería más correcto el término de, determinaciones hormonales en un toro después de haber pasado por ella.
• No se puede decir que el toro responde en menos de un segundo con la liberación de hormonas neutralizadoras del dolor, cuando esas sustancias se determinan en un toro muerto, es decir, no se ha hecho una determinación seriada de estas sustancias a lo largo de las diversas suertes a las que es sometido el animal en la plaza.
• ¿Cómo se puede asegurar que tras la puya el toro libera en menos de un segundo betaendorfinas? Nadie ha medido las betaendorfinas inmediatamente después de los puyazos, ni inmediatamente después de las banderillas, ni inmediatamente después de le estocada o del descabello. ¿Cómo se puede hablar entonces de una respuesta tan rápida y tan intensa?
La valoración del eje hipotálamo-hipófisis-adrenales, las tres glándulas implicadas en los mecanismos que el organismo pone en marcha ante situaciones de estrés que se ha hecho en el estudio, no tiene en cuenta un importante principio científico en lo que se refiere a la medición en concreto de este tipo de respuesta hormonal:
“ES INDISPENSABE QUE, PARA QUE SE PUEDAN TENER EN CONSIDERACIÓN CIERTAS RESPUESTAS ENDOCRINAS, COMO ES LA LIBERACIÓN DE CORTISOL A TRAVES DE LA ACTH, QUE ESTÉN INTACTOS EL ESTÍMULO NEURONAL Y LA TRANSDUCCIÓN DEL SISTEMA NERVIOSO”. Quiere esto decir que si existe cualquier lesión que haya dañado el sistema nervioso, este tipo de respuestas hormonales no pueden ser valoradas, ya que no se producirán con normalidad.
Sabemos que el sistema nervioso del toro durante la corrida, sufre serías lesiones como ha sido publicado en numerosos artículos y libros por veterinarios nada sospechosos (favorables a la tauromaquia), en las que se explican con todo lujo de detalles las lesiones que provocan las puyas, las banderillas, el estoque y el descabello:
“Rotura de apófisis espinosas de vértebras, sección de ramas dorsales de nervios espinales, hemorragias internas que afectan al canal medular, y lesiones en la parte alta de las costillas”. Para los que no sepáis lo que ocurre realmente durante la suerte de varas (puyas) os diré que son numerosos los estudios que demuestran que éstas no son colocadas en el lugar “adecuado”, es decir en la zona más musculada del cuello que se conoce como morrillo. El fin de las puyas, si fueran colocadas en el lugar mencionado, sería la rotura de determinados músculos y ligamentos para evitar que el toro levante en exceso la cabeza, y facilitar de esta manera el trabajo del torero. En más del 90% de los casos, las puyas son aplicadas en zonas desprovistas de una amplia masa muscular que preservarían de lesiones a importantes estructuras nerviosas, como vértebras, nervios periféricos, y médula espinal. Además, determinadas maniobras ilícitas que realizan los picadores, hacen que las lesiones provocadas por este instrumento sean mucho más graves y profundas de lo que deberían ser. El sacacorchos (que es girar la puya sobre el cuerpo del toro como si se tratara de un instrumento para descorchar una botella de vino) y el mete-saca, que es introducir la puya, sacarla, meterla, y así sucesivamente, supone provocar heridas de más de 20 cm de profundidad, cuando en realidad la puya no mide más de 9 cm. Se han descrito heridas con más de 7 trayectos diferentes provocadas por un solo puyazo. Merced a este tipo de maniobras, el toro pierde mucha más sangre de la que debería y que en muchas ocasiones no sale al exterior, sino que afecta seriamente a su canal medular, y por lo tanto afecta a las respuestas del sistema nervioso, que como he dicho es indispensable para una adecuada respuesta hormonal en lo que se refiere a los medidores del estrés (ACTH-Cortisol). No olvidemos que la médula espinal y los nervios periféricos son el hilo conductor de las órdenes que deban llegar a las glándulas encargadas de iniciar la respuesta hormonal que terminará con las adecuadas descargas de cortisol en las glándulas adrenales. Es muy típico que al toro, tras la suerte de varas, al salir del caballo, le fallen las extremidades anteriores prueba evidente de que su sistema nervioso se ha visto afectado. No es ésta la única causa de este fenómeno se produzca, pero como han reconocido los veterinarios especialistas en el toro de lidia, es muy frecuente que se deba a este hecho. Tampoco podemos olvidar que en muchas ocasiones, las puyas traspasan la pleura y provocan neumotorax lo que se traducirá en una importante insuficiencia respiratoria.
Las banderillas, arpones de 6 cm de longitud, cumplen la misión de seguir lesionando nervios, músculos y vasos sanguíneos durante el resto de la corrida, merced a los movimientos del toro durante sus embestidas.
La llamada “suerte suprema”, es decir la estocada, persigue la muerte del toro. En la mayoría de las ocasiones, el estoque, espada curvada de 80 cm, no es colocada en el sitio “adecuado”, lesionando cordones nerviosos laterales a la médula, provocando lesiones broncopulmonares, con profusas hemorragias en la cavidad torácica, e incluso puede traspasar el diafragma, lesionando hígado y panza, haciendo más larga, si cabe, la agonía del toro.
El descabello y la puntilla sirven para desconectar todo el sistema nervioso, ya que seccionan la médula espinal. ¿Existe un daño neurológico más grande que éste? Se sabe que en personas que han sufrido graves lesiones de médula espinal como consecuencia de accidentes de tráfico, la respuesta hormonal que derivaría en la descarga de cortisol está minimizada e incluso abolida.
En cuanto a las betaendorfinas, las mal llamadas hormonas de la felicidad, leemos en el estudio que se las atribuyen propiedades que no tienen. Estas sustancias, también conocidas como opioides endógenos se descubrieron hace muchos años, y en ningún estudio de los que yo he consultado, y han sido numerosos, se las dota de la capacidad de neutralizar el dolor. A lo sumo, en algunos, se dice que son capaces de paliarlo.
Nadie niega que el organismo las produzca cuando se le provoca un dolor, que no debemos olvidar que es un mecanismo de defensa, y nadie niega que se descarguen en grandes cantidades ante situaciones de estrés.
Las betaendorfinas son MEDIADORAS Y MEDIDORAS del dolor y del estrés, pero nunca serán capaces de neutralizarlo como se nos quiere hacer creer en el estudio. Da lo mismo que el toro de lidia descargue diez veces más betaendorfinas que la especie humana. Tampoco sabemos que cantidad de ellas seriamos nosotros capaces de producir en circunstancias similares a las que sufre un toro durante la corrida. Ninguno de nosotros ha sido ni será lidiado, y por lo tanto este tipo de comparaciones carecen de validez científica. Cualquier trabajo científico que haga comparaciones entre especies, debe someter a las especies comparadas a las mismas situaciones.
Éste es otro de los grandes errores del estudio que estamos analizando. Si queremos entrar en estudios comparativos entre especies podemos afirmar que:
Existen muchos estudios realizados en mujeres durante el parto que demuestran que, a mayor cantidad de betaendorfinas detectadas en su sangre mayor es el dolor y el estrés que han padecido. Aquellas mujeres que calificaron su parto como insoportable eran las que más betaendorfinas tenían en su sangre y curiosamente los fetos que tuvieron un mayor sufrimiento durante el parto eran los que más altas tasas de betaendorfinas presentaban.
Podemos concluir por tanto que a mayor dolor y mayor estrés más betaendorfinas se detectarán en los análisis. Quedaría por tanto demostrado que las betaendorfinas no anulan, ni tan siquiera matizan el dolor, sino que más bien son unos excelentes medidores de la intensidad del mismo que el organismo está sintiendo.
Además, se sabe por estudios publicados muy recientemente que, las betaendorfinas descargadas por estrés no tienen la más mínima función analgésica. Estas hormonas fabricadas por el propio organismo, han sido purificadas e inyectadas en personas para comprobar dicho poder analgésico. Los resultados son claros: salvo que sean inoculadas por vía intracraneal son incapaces de paliar el dolor.
Podemos preguntarnos la razón por la que, si el cortisol es una hormona que nos sirve para medir el estrés y las betaendorfinas también lo son (además de para medir el dolor), el toro tiene menos cortisol del esperado y sin embargo su sangre está repleta de betaendorfinas. Para mí, la respuesta está en la integridad del sistema nervioso, que es indispensable para una normal descarga del cortisol, pero que no es necesaria para la descarga de betaendorfinas, ya que se sabe que estas últimas pueden ser producidas en los lugares donde se provoca el dolor (zonas donde son clavadas las puyas, las banderillas, el estoque y el descabello), sin mediación del sistema nervioso merced a una serie de mecanismos celulares. Podemos pensar además, que esa increíble ausencia de valores elevados de cortisol se podría deber a lo que se conoce como síndrome general de adaptación, y que se produce cuando un organismo agotado es incapaz de responder adecuadamente al sufrimiento al que se le está sometiendo. Este fenómeno fue estudiado por Selye hace muchos años y tiene plena vigencia en la actualidad, siendo igual de válido para personas que para animales.
Para concluir os diré que éste estudio que nos quiere hacer creer en la existencia del supertoro se contradice totalmente con otro que se publicó dentro de una tesis doctoral en el año 2002, que dejaba bien claro que la corrida suponía un enorme estrés para el toro. El estudio del que se extrajeron estas conclusiones se basó también en la determinación ACTH y el cortisol. En aquel eran altísimas, y en el actual son casi normales. Esta contradicción deberá ser explicada por el autor de ambos estudios.
Mis conclusiones con respecto al estudio al que hecho referencia son claras:
Las respuestas hormonales con respecto al estrés no son las esperadas por los daños neurológicos que se le provocan al toro durante la corrida, y que son causados por las puyas, las banderillas, el estoque, el descabello, la puntilla y el agotamiento al que es sometido el animal; las grandes cantidades de betaendorfinas detectadas en su sangre son la respuesta normal de un organismo sometido a un gran dolor y a un gran estrés, y nada tienen que ver con su capacidad para neutralizarlo; y como ya he comentado, creo que la forma y el fondo del mismo, así como el modo en que ha sido llevado a cabo, le hacen carecer del rigor científico necesario para poder ser considerado.
José Enrique Zaldivar Laguía.
Veterinario.