sábado, 7 de agosto de 2010

EL TORO MARICÓN

Los taurinos, Disney, y el antropomorfismo.
En el argumentario taurino se abusa al achacar al movimiento abolicionista cierta tendencia a ver a los animales como nos los enseñaba Disney y luego su factoría en sus películas, como si no fuésemos capaces de distinguir entre un "dibujo animado" y un ser vivo. También es frecuente oírles decir que tenemos cierta tendencia a atribuir rasgos y cualidades humanas a las cosas, si es que los toros, por poner un ejemplo, pueden ser consideradas como tales. Lo llaman antropomorfismo.

Pues bien, una de mis lecturas de verano es un libro firmado por Álvaro Domecq y Díez que lleva por título. "El toro bravo". Se trata de un extenso estudio de todo lo relacionado con este animal, desde su nacimiento hasta su muerte, sea ésta natural o en el coso taurino.

Esta mañana, en un capítulo que se denomina "la sensualidad del toro", me he encontrado con una serie de referencias a la naturaleza de este animal, en las que se alude a ciertas "cualidades" del mismo, que dejan bien claro quienes son los que atribuyen a dicha "cosa" rasgos y cualidades humanas:

Según una tesis defendida por Piit Rivers en 1983, y haciendo alusión a la virilidad que representaba el toro en algunas culturas, y en otras a la fecundidad, se dice:

El toreo, sacrificio de un toro, supondría un intercambio, una representación simbólica de un intercambio de sexo entre el matador, tomando éste al principio un papel femenino, y el toro. La inmolación de éste lega su poder generativo al vencedor y a través de él al público. De ese modo, a la corrida de toros se la ha definido "como un rito de fertilidad".

Pero lo mejor viene a continuación:

"Cuando a los becerros les faltan las hembras, suelen montar unos sobre otros, en especial al moverlos y reunirlos, y allí empieza el problema. A veces aprovechan al de menos fuerza y lo someten hasta que se acostumbra a que lo monten y aún lo cubren; conviene alejarlo de esta furia, puesto que con tantos saltos cabe el riesgo de lastimarle los riñones e incluso las paredes de su interior anal (sic), daños a veces difíciles de curar. De todas formas esa tendencia nefanda a cubrirse existe hasta la edad madura de cuatro años, cuando ya el toro no se deja, ordinariamente saltar, pese a que alguno se deje, lo que obligue a retirarlo de inmediato.

Jean Gerimont, en 1924, se refiere a estos ejemplares como "el toro maricón": es un fracasado, vencido en todas las peleas, después de haber recibido las cornadas de todos sus compañeros. Tal ser degenerado es irritable y peligroso al peatón, al jinete, al carruaje o automóvil.

En las ganaderías bravas hay una frase que delata: "A este toro lo han hecho maricón", y es cierto, porque otros con más fuerza lo montan y acaban haciéndolo.

Los toros además de dos años, e inclusive antes, llegan a masturbarse. Es una práctica común en todos, pero no llegan a enviciarse hasta el punto de debilitarse físicamente.

Nota mía: menos mal que tampoco se quedan tontos, como nos decían a nosotros en nuestra infancia (cosas del franquismo).

No quiero terminar sin añadir dos cosas de interés muy comprobado, continua el autor. El toro que resulta maricón en la pradera, no condiciona por ello su bravura, los he lidiado mansos y extraordinarios, la fiereza y la bravura han quedado intactas.

Pues menos mal, Don Álvaro, ya me quedo más tranquilo.

2 comentarios:

Henry Stephen dijo...

Los primeros que antropomofizan al toro son ellos y lo han demostrado sobradamente. El análisis freudiano de ese "harte" hubiera vuelto loco hasta al propio Freud. El toro está lleno de simbologías humanas y para ellos es de todo menos un animal. Que no expliquen rollos.

Y si Walt Disney es el culpable de todos sus males... ¡¡Viva Walt Disney!!

Javier G. Pérez dijo...

¿Sólo el toro?