El hombre, el perro y el gato
El perro y el gato no son animales “enemigos”, sino que compiten por un mismo nicho trófico
(Publicado en la revista digital de Argos Veterinaria)Por Rosana Álvarez Bueno
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rosana@etologiaveterinaria.net
http://www.etologiaveterinaria.netÚltima actualización 05/04/2010@18:19:58 GMT+1
La especialista en Etología Rosana Álvarez Bueno hace en este artículo una comparativa entre las conductas de perros y gatos, las especies que conforman el 90% de las mascotas de nuestros hogares. Repasa también cómo fue su proceso de domesticación y los beneficios que aporta al hombre convivir con ellos.
Rosana Álvarez Bueno. Licenciada en Veterinaria y en Ciencia y Tecnología de los Alimentos por la Universidad de Córdoba. Cursando la Licenciatura en Psicología. Ejercicio activo de clínica de pequeños animales. Curso de Etología canina avanzada con Antonio Pozuelos Jiménez de Cisneros y diversos cursos sobre comportamiento animal. Profesora titular del Área de Etología clínica y auxiliar de la de Etología aplicada de la Asociación para el estudio del perro y su entorno (AEPE). Secretaria de dicha asociación. Trabajando como veterinaria especialista en Etología clínica y asesora en comportamiento canino y felino en Málaga y provincia y otras provincias andaluzas. Ponente y colaboradora en dos cursos sobre Etología canina y felina en la Universidad de Cáceres y en charlas sobre Etología y Etología clínica a diversos niveles. Profesora del curso online de Etología canina avanzada, cuyo director es Antonio Pozuelos. Coautora del libro “Manual de Etología canina. Clínica de la conducta. Adiestramiento del perro”. Autora de diversos artículos de divulgación científico ténica.
Realmente nos afirmamos en el concepto de que perros, gatos y pájaros juntos, son una fuente de preocupaciones por aquello de la pirámide depredadora o simplemente trófica. Pero curiosamente, cada día aumenta la estadística de dueños que mantienen, en sana y “peligrosa convivencia”, mascotas de diversas especies, incluidos perros y gatos.
Quizás los experimentos de Pavlov, Thonrdike y demás expertos en condicionamiento, han logrado el milagro de la conducta de no agresión en la que fueron creados.
“Como el perro y el gato” es una frase que describe la relación entre individuos mal avenidos y con ganas de hacerse la puñeta mutuamente. Aún así, el perro y el gato no son animales “enemigos” sino simplemente, competidores en un nicho trófico conjunto.
En este artículo, hemos caído en la tentación de hacer una comparativa entre las conductas de estas dos especies que conforman el 90% de las mascotas de nuestros hogares. La hacemos a petición de muchos de nuestros alumnos que desean arriesgarse a una convivencia interespecífica y, por supuesto, a la demanda de información que muchos de ustedes nos reclaman.
Proceso de domesticación
La primera forma salvaje domesticada se remontaa 14.000 años A.C. y fue el Canis familiaris. Se domesticó por necesidad imperiosa de tener un aliado que optimizase a Homo sapiens sus factores de supervivencia (caza, protección de recurso y compañía).
Después, y hace 8.000 años según Forni (1990), Homo domestica a los “ladri di messi” (ladrones de mesa) ovinos que ramoneaban las cosechas plantadas por el humano cuando deja de ser cazador recolector para establecerse en campamentos fijos.
Como siempre, Homo sapiens eleva sus factores de supervivencia obteniendo de esta domesticación carne y leche para alimentar a sus crías.
7.000 A.C. vienen los suinos y entre 4.000 y 2.000 aparecen los equinos que proporcionan al hombre la posibilidad de traslado propio, de su caza y de las herramientas. Aportan fuerza para las labores de campo y carne para las hambrunas.
No es hasta el periodo de 3.000 a 2.000 años antes de Cristo, cuando el hombre decide domesticar a un mamífero carnicero como el Felix lybica o Felix silvestris para disminuir la población de roedores que mermaban sus ganancias agrícolas.
Se fija su aparición en Egipto donde pronto pasa a ser animal considerado como sagrado en los ritos religiosos faraónicos.
Después de estos animales, y aún antes, Homo trata de domesticar otros félidos, como el guepardo, o los primates, sin éxito. Realmente consiguió individuos domesticados pero pronto descubrió que, o bien no le servían para nada o no se reproducían en cautiverio.
Así, Felix lybica se incorpora a nuestra sociedad cuando Canis familiaris es ya una “institución” en ella. El gato pasa a ser doméstico al mismo tiempo que los pollos pero, mientras estos últimos elevan de forma notable el recurso de Homo, el gato no parece tener una justificación clara en nuestra supervivencia. Aún hoy no podemos hablar de una segura domesticación de esta especie.
Los autores de este artículo consideramos que el gato no está totalmente domesticado o si lo está, es el menos doméstico de nuestras especies domesticadas. Su conducta es totalmente distinta de la del perro, su adiestramiento más difícil y su convivencia más compleja. Quizás en nuestra necesidad gregaria, limitada por la sociedad actual, el gato pueda aportar al humano una compañía necesaria para su propia estabilidad o ser una imagen de lo que un día lejano perdimos; nuestra capacidad individual de supervivencia. Así, y como decía Victor Hugo, Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre.
Gregarismo versus soledad
La diferencia fundamental que nos encontramos entre perro y gato en cuanto a comportamiento y que tiene la mayor parte de culpa en los problemas que surgen en el entorno doméstico, es su forma de organización social.
Como todos sabemos, el perro es un animal social y es en esta cualidad en la que el hombre ha encontrado siempre amparo al llegar a casa y sentarse al calor del hogar con su perro tumbado a sus pies.
Por el contrario, lo que podemos encontrarnos con suerte si intentamos abrazar a nuestro gato al llegar a casa es un sonoro bufido y algún que otro arañazo. Y esto es porque el gato siempre ha sido “el solitario” por naturaleza. Cuando merodeaba alrededor de los poblados cazando ratones, a nadie se le ocurría meterlo en su tienda y echarle un brazo por encima. Se conformaban con que permaneciera en las afueras.
Aunque los gatos hoy en día tienen algunas formas de organización social que constituyen grupos, no son muy amigos del contacto físico continuado, ni de las jerarquías. En la actualidad, al estar en medio de su proceso de domesticación, podemos encontrarnos ejemplares tendentes a la sociabilidad y aquellos otros en los que aflora la “vena” salvaje.
El perro jerárquico y el gato territorial
A veces escuchamos decir a un propietario de gato en consulta: “este gato a mí me respeta, sí señor, desde un día en que le planté un bofetón”. Bueno, pues no. Los gatos no forman estructuras sociales jerárquicas, sino entorno al territorio. Toda su forma de vida está orientada a respetar los distintos límites de sus territorios y zonas dentro de ellos: las de caza, las de descanso, las de eliminación. Conservarlos idénticos e impedir su invasión si no son individuos “tolerados”. Lo que le ocurre al gato de este señor es que le tiene miedo, por eso ya no se acerca.
Sin embargo los perros forman una estructura social y jerárquica. Y esta jerarquía, ya sea más o menos lineal, es la que les permite desarrollar y conservar sus instintos de supervivencia y reproducción. Es el grupo, donde cada individuo tiene una posición en el escalafón y una función determinada según el puesto.
De cacería
La conducta depredadora del gato ha servido durante mucho tiempo y aún lo hace, para controlar poblaciones de roedores. Y es este aspecto probablemente el que acercó el gato a los humanos hace miles de años.
Los felinos son cazadores superespecializados con un armamento consistente en garras y colmillos y en un sistema nervioso adaptado a la rapidez necesaria para el acecho y la captura de las pequeñas presas.
Los gatos, como la mayoría de los felinos que cazan al acecho, realizan un cuidadoso acercamiento a la presa elegida.
En los perros la actividad de caza también es social. La jerarquía es tan fuerte entre ellos que, hasta incluso para cazar, es el dominante el que establece las tácticas venatorias de la manada. Esta estrategia se mantiene en los perros domésticos.
Conducta de eliminación y marcaje
En esta conducta la principal diferencia que podemos encontrarnos es que en el perro es sexualmente dimórfica, a diferencia del gato, en el que existe una única postura para eliminar.
Los cachorros de perro mantienen la postura agachada hasta la pubertad, a partir de la cual, los machos adoptarán la postura con la pata erguida.
En los gatos, tanto machos como hembras eliminan con el tercio posterior agachado, excepto si la conducta obedece a marcaje territorial o sexual, y entonces lo harán erguidos y con la cola en vertical.
Tanto perros como gatos utilizan el marcaje olfativo y visual, aunque los gatos utilizan más como forma de marcaje territorial las feromonas, repartidas por todo su cuerpo.
Conducta trófica
El gato, a diferencia del perro, es un carnívoro estricto. Necesita en su dieta diaria 1,6 veces más proteína, debido a que su metabolismo enzimático de degradación de las proteínas es más alto, porque utilizan la proteína como fuente de energía.
Otras diferencias con el perro son la incapacidad de transformar la cisteína de en taurina, por lo que invariablemente tienen que ingerir este aminoácido en la dieta; la velocidad de ingestión del alimento, que es inferior en el gato y carece de facilitación social; también tiene menor capacidad masticatoria que el perro, por lo que esto condicionará la textura de la dieta para su aceptación por el mismo.
El grado de neofobia alimentaria (rechazo de alimentos nuevos) es también superior en el gato que en el perro. Es por esto que tenemos tantos problemas en la aceptación de dietas nuevas en gatos adultos si no han consumido variedad desde su etapa infantil.
El comportamiento alimentario del gato difiere también con el del perro en que come sólo hasta saciarse, es decir, hasta que satisface sus necesidades.
Por lo general, los felinos tampoco esconden sobras para cuando no tengan, aunque hay algunas excepciones. Ellos prefieren el bocado fresco, húmedo y a temperatura corporal. El perro puede comer “hasta reventar” por si mañana no tiene, y esconder sus presas por el jardín para ingerirlas otro día.
El perro, el gato y el hombre
A pesar de todas las diferencias comentadas, gatos, perros y hombres conviven hoy día en nuestra sociedad, llevándose mejor o peor, tolerándose mutuamente, a veces a la fuerza, y aportando unos a otros beneficios interespecíficos.
Cada vez más a menudo se ven gatos en los hogares sustituyendo a los perros debido a la forma de vida actual, más rápida, con menos tiempo para la interacción social y la comunicación, y para las salidas a la naturaleza.
Sin embargo, necesitamos ese trocito de algo vivo que se nos mueva entre nuestras manos, ya sea perro, gato o pájaro, y que nos recuerde que somos animales, para bien y para mal.
Algunos de los beneficios que nos aportan están muy estudiados y son utilizados en grupos de terapias asistidas con animales a personas con discapacidades físicas, psíquicas o que simplemente han perdido la conexión con su entorno.
Área psicológica y cognitiva
Área de la comunicación y del lenguaje
Área psicomotora
Área de adquisición de nuevos aprendizajes
Área de socialización
Realmente nos afirmamos en el concepto de que perros, gatos y pájaros juntos, son una fuente de preocupaciones por aquello de la pirámide depredadora o simplemente trófica. Pero curiosamente, cada día aumenta la estadística de dueños que mantienen, en sana y “peligrosa convivencia”, mascotas de diversas especies, incluidos perros y gatos.
Quizás los experimentos de Pavlov, Thonrdike y demás expertos en condicionamiento, han logrado el milagro de la conducta de no agresión en la que fueron creados.
“Como el perro y el gato” es una frase que describe la relación entre individuos mal avenidos y con ganas de hacerse la puñeta mutuamente. Aún así, el perro y el gato no son animales “enemigos” sino simplemente, competidores en un nicho trófico conjunto.
En este artículo, hemos caído en la tentación de hacer una comparativa entre las conductas de estas dos especies que conforman el 90% de las mascotas de nuestros hogares. La hacemos a petición de muchos de nuestros alumnos que desean arriesgarse a una convivencia interespecífica y, por supuesto, a la demanda de información que muchos de ustedes nos reclaman.
Proceso de domesticación
La primera forma salvaje domesticada se remontaa 14.000 años A.C. y fue el Canis familiaris. Se domesticó por necesidad imperiosa de tener un aliado que optimizase a Homo sapiens sus factores de supervivencia (caza, protección de recurso y compañía).
Después, y hace 8.000 años según Forni (1990), Homo domestica a los “ladri di messi” (ladrones de mesa) ovinos que ramoneaban las cosechas plantadas por el humano cuando deja de ser cazador recolector para establecerse en campamentos fijos.
Como siempre, Homo sapiens eleva sus factores de supervivencia obteniendo de esta domesticación carne y leche para alimentar a sus crías.
7.000 A.C. vienen los suinos y entre 4.000 y 2.000 aparecen los equinos que proporcionan al hombre la posibilidad de traslado propio, de su caza y de las herramientas. Aportan fuerza para las labores de campo y carne para las hambrunas.
No es hasta el periodo de 3.000 a 2.000 años antes de Cristo, cuando el hombre decide domesticar a un mamífero carnicero como el Felix lybica o Felix silvestris para disminuir la población de roedores que mermaban sus ganancias agrícolas.
Se fija su aparición en Egipto donde pronto pasa a ser animal considerado como sagrado en los ritos religiosos faraónicos.
Después de estos animales, y aún antes, Homo trata de domesticar otros félidos, como el guepardo, o los primates, sin éxito. Realmente consiguió individuos domesticados pero pronto descubrió que, o bien no le servían para nada o no se reproducían en cautiverio.
Así, Felix lybica se incorpora a nuestra sociedad cuando Canis familiaris es ya una “institución” en ella. El gato pasa a ser doméstico al mismo tiempo que los pollos pero, mientras estos últimos elevan de forma notable el recurso de Homo, el gato no parece tener una justificación clara en nuestra supervivencia. Aún hoy no podemos hablar de una segura domesticación de esta especie.
Los autores de este artículo consideramos que el gato no está totalmente domesticado o si lo está, es el menos doméstico de nuestras especies domesticadas. Su conducta es totalmente distinta de la del perro, su adiestramiento más difícil y su convivencia más compleja. Quizás en nuestra necesidad gregaria, limitada por la sociedad actual, el gato pueda aportar al humano una compañía necesaria para su propia estabilidad o ser una imagen de lo que un día lejano perdimos; nuestra capacidad individual de supervivencia. Así, y como decía Victor Hugo, Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre.
Gregarismo versus soledad
La diferencia fundamental que nos encontramos entre perro y gato en cuanto a comportamiento y que tiene la mayor parte de culpa en los problemas que surgen en el entorno doméstico, es su forma de organización social.
Como todos sabemos, el perro es un animal social y es en esta cualidad en la que el hombre ha encontrado siempre amparo al llegar a casa y sentarse al calor del hogar con su perro tumbado a sus pies.
Por el contrario, lo que podemos encontrarnos con suerte si intentamos abrazar a nuestro gato al llegar a casa es un sonoro bufido y algún que otro arañazo. Y esto es porque el gato siempre ha sido “el solitario” por naturaleza. Cuando merodeaba alrededor de los poblados cazando ratones, a nadie se le ocurría meterlo en su tienda y echarle un brazo por encima. Se conformaban con que permaneciera en las afueras.
Aunque los gatos hoy en día tienen algunas formas de organización social que constituyen grupos, no son muy amigos del contacto físico continuado, ni de las jerarquías. En la actualidad, al estar en medio de su proceso de domesticación, podemos encontrarnos ejemplares tendentes a la sociabilidad y aquellos otros en los que aflora la “vena” salvaje.
El perro jerárquico y el gato territorial
A veces escuchamos decir a un propietario de gato en consulta: “este gato a mí me respeta, sí señor, desde un día en que le planté un bofetón”. Bueno, pues no. Los gatos no forman estructuras sociales jerárquicas, sino entorno al territorio. Toda su forma de vida está orientada a respetar los distintos límites de sus territorios y zonas dentro de ellos: las de caza, las de descanso, las de eliminación. Conservarlos idénticos e impedir su invasión si no son individuos “tolerados”. Lo que le ocurre al gato de este señor es que le tiene miedo, por eso ya no se acerca.
Sin embargo los perros forman una estructura social y jerárquica. Y esta jerarquía, ya sea más o menos lineal, es la que les permite desarrollar y conservar sus instintos de supervivencia y reproducción. Es el grupo, donde cada individuo tiene una posición en el escalafón y una función determinada según el puesto.
De cacería
La conducta depredadora del gato ha servido durante mucho tiempo y aún lo hace, para controlar poblaciones de roedores. Y es este aspecto probablemente el que acercó el gato a los humanos hace miles de años.
Los felinos son cazadores superespecializados con un armamento consistente en garras y colmillos y en un sistema nervioso adaptado a la rapidez necesaria para el acecho y la captura de las pequeñas presas.
Los gatos, como la mayoría de los felinos que cazan al acecho, realizan un cuidadoso acercamiento a la presa elegida.
En los perros la actividad de caza también es social. La jerarquía es tan fuerte entre ellos que, hasta incluso para cazar, es el dominante el que establece las tácticas venatorias de la manada. Esta estrategia se mantiene en los perros domésticos.
Conducta de eliminación y marcaje
En esta conducta la principal diferencia que podemos encontrarnos es que en el perro es sexualmente dimórfica, a diferencia del gato, en el que existe una única postura para eliminar.
Los cachorros de perro mantienen la postura agachada hasta la pubertad, a partir de la cual, los machos adoptarán la postura con la pata erguida.
En los gatos, tanto machos como hembras eliminan con el tercio posterior agachado, excepto si la conducta obedece a marcaje territorial o sexual, y entonces lo harán erguidos y con la cola en vertical.
Tanto perros como gatos utilizan el marcaje olfativo y visual, aunque los gatos utilizan más como forma de marcaje territorial las feromonas, repartidas por todo su cuerpo.
Conducta trófica
El gato, a diferencia del perro, es un carnívoro estricto. Necesita en su dieta diaria 1,6 veces más proteína, debido a que su metabolismo enzimático de degradación de las proteínas es más alto, porque utilizan la proteína como fuente de energía.
Otras diferencias con el perro son la incapacidad de transformar la cisteína de en taurina, por lo que invariablemente tienen que ingerir este aminoácido en la dieta; la velocidad de ingestión del alimento, que es inferior en el gato y carece de facilitación social; también tiene menor capacidad masticatoria que el perro, por lo que esto condicionará la textura de la dieta para su aceptación por el mismo.
El grado de neofobia alimentaria (rechazo de alimentos nuevos) es también superior en el gato que en el perro. Es por esto que tenemos tantos problemas en la aceptación de dietas nuevas en gatos adultos si no han consumido variedad desde su etapa infantil.
El comportamiento alimentario del gato difiere también con el del perro en que come sólo hasta saciarse, es decir, hasta que satisface sus necesidades.
Por lo general, los felinos tampoco esconden sobras para cuando no tengan, aunque hay algunas excepciones. Ellos prefieren el bocado fresco, húmedo y a temperatura corporal. El perro puede comer “hasta reventar” por si mañana no tiene, y esconder sus presas por el jardín para ingerirlas otro día.
El perro, el gato y el hombre
A pesar de todas las diferencias comentadas, gatos, perros y hombres conviven hoy día en nuestra sociedad, llevándose mejor o peor, tolerándose mutuamente, a veces a la fuerza, y aportando unos a otros beneficios interespecíficos.
Cada vez más a menudo se ven gatos en los hogares sustituyendo a los perros debido a la forma de vida actual, más rápida, con menos tiempo para la interacción social y la comunicación, y para las salidas a la naturaleza.
Sin embargo, necesitamos ese trocito de algo vivo que se nos mueva entre nuestras manos, ya sea perro, gato o pájaro, y que nos recuerde que somos animales, para bien y para mal.
Algunos de los beneficios que nos aportan están muy estudiados y son utilizados en grupos de terapias asistidas con animales a personas con discapacidades físicas, psíquicas o que simplemente han perdido la conexión con su entorno.
Área psicológica y cognitiva
- Aumentar la autoestima y la confianza en sí mismo.
- Mejorar el autocontrol de las emociones.
- Trabajar la memoria.
- Incrementar la capacidad de atención.
- Potenciar el sentimiento de normalidad.
- Disminuir los comportamientos alterados, suplantándolos por conductas apropiadas.
Área de la comunicación y del lenguaje
- Facilitar la comunicación gestual y oral.
- Aumentar el vocabulario.
- Construir frases correctamente.
- Mejorar la articulación de las palabras.
Área psicomotora
- Mejorar la coordinación, los reflejos y la planificación motora.
- Mejorar la relajación de la musculatura.
- Reducir patrones de movimientos anormales.
Área de adquisición de nuevos aprendizajes
- Adquirir responsabilidades.
- Aprender los cuidados del perro.
- Colaborar en las tareas de higiene.
- Aprender nuevos juegos, diferentes a los habituales.
Área de socialización
- Incrementar y mejorar las relaciones afectivas.
- Abrir y reestructurar la canalización de sentimientos.
- Crear un ambiente adecuado donde el individuo se sienta protegido.
- Desarrollar el respeto hacia los animales.
- Crear relaciones de amistad.
- Aumentar el deseo de involucrarse en una actividad de grupo.
- Incrementar el deseo de ejercitarse.
- Favorecer la obediencia.
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