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ANIMALES /Polémica científica |
¿CUÁNTO DOLOR SIENTE EL TORO? |
Tras la iniciativa popular para abolir los toros en Cataluña, cinco científicos debaten, con las últimas investigaciones en la mano, hasta dónde llega el sufrimiento de las reses bravas durante la lidia |
MIGUEL G. CORRAL (El Mundo) No hay ningún animal que cuando le hagas daño no huya», dice Juan Carlos Illera. «Y yo mismo he visto a un toro de lidia en un tentadero en campo abierto volver hacia el caballo hasta 10 veces tras ser picado cuando podía haber huido si lo hubiera querido», asegura este profesor titular de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. Juan Carlos Illera del Portal lleva 17 años estudiando los procesos fisiológicos que se desencadenan en las reses bravas durante la lidia y sus conclusiones indican que estos animales tienen especialmente desarrollado un sistema hormonal que les permite eliminar casi por completo el dolor. Tras el gran revuelo que se ha formado recientemente en torno a la Iniciativa Legislativa Popular sobre la prohibición de los toros en Cataluña, parecía lógico que un científico con resultados como estos en la mano tendría que ser llamado a comparecer ante la comisión de Medio Ambiente del Parlament catalán. Y así fue. Sus investigaciones, que muestran al toro de lidia como una excepción dentro del reino animal por su capacidad de disfrazar el dolor, motivaron que fuese uno de los expertos llamados a comparecer. Sin embargo, también fueron reclamados otros científicos que ponen en duda los resultados obtenidos por el profesor Illera del Portal. HORMONAS.- Todos los vertebrados producen de forma natural sustancias químicas similares a la morfina o a la heroína. Se trata de las endorfinas y, según las investigaciones de Illera, se generan en el tálamo, una parte del cerebro situada en el centro del mismo, bajo la corteza cerebral. «El tálamo regula toda la información relacionada con el dolor y el toro de lidia tiene esta área un 20% más desarrollada que otras especies de rumiantes», explica Illera. «Dolor tiene que sentir mucho, pero este animal libera una gran cantidad de hormonas opiáceas que le permiten controlar esa sensación», dice. El veterinario y vicepresidente de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (Avat), José Enrique Zaldívar, respeta los resultados de laboratorio del profesor Illera, pero desmiente algunos de los preceptos en los que se basa su colega. «Evidentemente no puedo negar esta afirmación, la de su tamaño, pero sí les puedo decir que el tálamo no es el encargado de responder ante el dolor. Esta estructura procesa las sensaciones y propaga los impulsos, pero es la corteza cerebral la que decide la respuesta», explica Zaldívar. Miguel Ibáñez, profesor de Etología y Bienestar Animal de la Universidad Complutense de Madrid, coincide con esta visión. «Quizá el tálamo sea más grande que el de un ser humano, pero esto no quiere decir que tenga más capacidades», asegura el científico. «El delfín tiene más desarrollo cerebral que el hombre, ¿quiere decir esto que tiene mayor inteligencia?». Para el filósofo y profesor de Investigación del CSIC Jesús Mosterín, que ha dedicado buena parte de su carrera a la filosofía de la ciencia, la producción de endorfinas, por alta que sea, no es un patrimonio único de los toros de lidia. Según manifiesta sin tapujos, «si este sistema es una justificación para torturar a los toros, también lo sería para hacerlo con los seres humanos, que poseen la misma capacidad de producir endorfinas». El equipo que dirige Juan Carlos Illera del Portal también ha medido la velocidad de respuesta cerebral ante el estímulo del dolor y ha encontrado que es más rápida que en otras especies, por lo que, según Illera, el animal deja de sentir el dolor intenso rápidamente. «El mayor tamaño del tálamo implica que hay más neuronas en esa parte, lo que se traduce en un aumento de la velocidad de respuesta ante el dolor». En la actualidad, las investigaciones del profesor Illera se centran en estudiar los receptores encargados de transmitir el dolor hacia el cerebro. «Es un trabajo de chinos porque tenemos que analizar todos ellos y en cada centímetro de piel hay varios miles». El trabajo aún está en fase de elaboración, pero el equipo de Illera ya ha medido 10 toros y ha encontrado que el 80% de los receptores queda bloqueado en pocos segundos debido al efecto de las endorfinas. El veterinario de la plaza de toros de Las Ventas en Madrid Fernando Mirat asegura que no es un experto en los procesos fisiológicos bovinos, pero afirma que los toros de lidia son más resistentes al dolor que otros animales. «Eso lo he podido comprobar yo mismo cuando hacía estudios clínicos». Antes de investigar el sistema hormonal de las endorfinas, el profesor Juan Carlos Illera estudió los niveles de estrés que sufren los animales desde que son transportados a la plaza hasta el momento de las diferentes lidias (recortes, corridas de rejones, lidia portuguesa y tradicional). Los resultados de Illera mostraban que las reses tenían tres veces más estrés durante el transporte en camión hasta el coso taurino que durante la propia lidia. Para hacerse una idea del estrés al que están sometidos los animales, los investigadores midieron los niveles de dos hormonas llamadas cortisol y catecolamina y que son liberadas por las glándulas adrenales, situadas en el riñón. Resulta llamativo que los resultados del estudio indiquen que los toros sufren más estrés durante la lidia portuguesa -en la que no hay puyas ni muerte en el ruedo- que durante las corridas de rejones y en éstas aún más que en la lidia tradicional. José Enrique Zaldívar asegura que hay diversos estudios científicos de prestigio que demuestran que para producir las hormonas del estrés es indispensable conservar intacto el aparato de transmisión del sistema nervioso. «Lo normal es que la puya dañe la piel y el músculo, pero en ocasiones puede lesionar la apófisis espinosa de la columna», reconoce el veterinario de Las Ventas Fernando Mirat. DAÑO NEUROLÓGICO.- «En todos, absolutamente todos, los estudios consultados al respecto, se reconoce que los puyazos suponen, entre otras cosas, un gran daño neurológico para el toro», dice Zaldívar. «En más del 70% de los toros estudiados se ha determinado que las puyas son clavadas en zonas muy posteriores a la indicada como ideal». En opinión del vicepresidente de Avat, las conclusiones de Illera sobre el estrés del toro durante las diferentes lidias llevan a pensar que, a medida que el sistema nervioso central va sufriendo mayores agresiones, la respuesta al cortisol se ve disminuida, lo que, para Zaldívar, invalida los resultados del estudio. Todos los investigadores consultados aseguran que a la investigación de Illera le falta peso científico y que por ese motivo no ha sido publicada en una revista sometida a la evaluación de otros colegas. «Estas publicaciones no tienen ningún valor. No sólo importa lo que se publica sino dónde se publica. Yo he sido director de un departamento universitario y allí podría haber publicado que la Tierra es cuadrada», dice Jesús Mosterín. Juan Carlos Illera se defiende asegurando que las revistas científicas en el momento que ven la palabra bullfighting (corrida de toros en inglés) devuelven la investigación de forma automática por ser un tema polémico. El etólogo Miguel Ibáñez cree que la vertiente psiquiátrica también tiene una gran importancia y rara vez se le otorga el papel que debiera. «No se trata de si le duele o no le duele o de si tiene o no otros estímulos que superan los del dolor», dice Ibáñez. «El tema de fondo es que unos cuantos seres humanos disfrutan con la tortura de otro ser vivo con el objetivo de manifestar su poder sobre él y eso se llama sadismo». APOYOS BANDERILLAS EL SÍMBOLO DE LA FIESTA Las banderillas son palos delgados de unos 75 centímetros adornados con papel de colores, que se clavan en número de seis a cada toro y que llevan en su extremo un arpón de acero. En su parte visible, esta punta cortante tiene entre 4 y 6 centímetros de longitud. Esta suerte lesiona la piel y el tejido muscular. Desgarran muchas de las estructuras anatómicas dañadas con anterioridad por las puyas y producen lesiones en unos 10 centímetros alrededor de donde han sido insertadas, aumentando la pérdida de sangre en el animal. ESTOQUE Y PUNTILLA LAS ARMAS LETALES El estoque es la espada usada en la lidia para dar muerte al toro. Es una espada curvada de más de 80 centímetros de longitud. La espada lesiona órganos y estructuras anatómicas de la cavidad torácica tales como el pulmón, el corazón o los vasos sanguíneos, dependiendo de la colocación y la dirección de la espada. Pero, en ocasiones, queda mal situada y puede llegar a lesionar órganos de la cavidad abdominal, como el hígado o algún preestomago. La puntilla es un cuchillo de 10 centímetros de hoja, que penetra entre el hueso occipital y la primera vértebra y secciona el bulbo raquídeo, provocando la parálisis general del animal. PUYA UNA SUERTE PARA DEBILITAR La puya es un arma metálica cortante y punzante que consta de 6 centímetros de cuerda encolada y de 2,5 centímetros de púa piramidal afilada en sus dos aristas usada para restar fuerza al toro. Esta suerte está unida a una vara que facilita su uso desde el caballo y está provista de un tope cilíndrico cuyo objetivo es impedir que la puya entre en el cuerpo del animal más de los 8,5 centímetros de longitud total que tiene. El lugar ideal para la realización de esta suerte es el morrillo, que se sitúa en el cuello entre la 4ª y 6ª vértebra cervical. Repercusión del artículo en Knight Sciencie Journalism Tracker El Mundo: Toros y la ciencia del dolor(English intro to Spanish lang. post) Many people in Spain gather at bullrings to watch a animals repeatedly slashed with sharp iron points by horsemen, while men dressed on a funny costumes stick decorative banderillas 6 cm deep in their necks, and while brave toreros kills them by plunging 80 cm swords into their backs and through their chests. It’s culture and tradition for some. It is cruelty and barbarism for others – and some in the last weeks are trying to ban bullfighting in the region of Catalonia. Has science anything to say about this issue? Not really. But a veterinary professor from the Complutense University of Madrid says that he has done studies showing that these special bulls don’t suffer as much pain as other ruminants. One of the “proofs” is that when the picador punches the bull, the animal persists on attacking his horse instead of running away. The other evidence is that they seem to have 20% bigger thalamus, the brain structure that produces endorphins, the hormones than minimize the pain. He also has found that the brain signals in this region activates faster than usual. Suspiciously, these findings that could become important discoveries have not been published in any peer review journal. A story in the science Sunday section of El Mundo gives some credit to this research, and confront it with the critical views of other physiologists. The story is acceptable and very well written, but it ends up being a “one side says this, the other says that” without references to scientific data or judgment from third parties. We think it misses an opportunity for useful science reporting on a popular issue. Desde hace varias semanas en España hay un encarnizado debate social y mediático a raíz de la solicitud que grupos antitaurinos han hecho llegar al Parlamento de Cataluña para que prohíba los toros en esa región. Para los abolicionistas las corridas son una crueldad innecesaria, vergonzosa, y disfrutar de ver cómo se tortura a un animal es un acto inmoral que puede ser calificado de sádico. Para sus defensores los toros son espectáculo, cultura, tradición, arte; y hay animales sufriendo mucho más en condiciones bastante peores. ¿Tiene algo que decir la ciencia al respecto? No mucho, la verdad. La ciencia informa, y la ética valora. Pero sí hay un subterfugio por el que la ciencia se ha colado en esta discusión: un profesor de veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid asegura que los toros de lidia sufren mucho menos dolor que el resto de ruminates. El suplemento dominical Eureka de El Mundo presentaba ayer un reportaje de Miguel G. Corral explicando en qué sustentaba Juan Carlos Illera sus afirmaciones, y las críticas a su trabajo de otros veterinarios y fisiólogos. Empecemos por un detalle muy importante: los estudios de J.C. Illera no están publicados en ningún peer review journal. Él se defiende diciendo que las revistas científicas no quieren ni oír hablar del término bullfighting, pero suena a excusa intolerable. Si sus investigaciones estuvieran bien realizadas metodológicamente, y los resultados sustentaran con claridad el punto que él defiende, sin duda sería un trabajo muy importante que las revistas querrían publicar. A nosotros, esto nos genera una incredulidad inicial. Según explica Miguel en su pieza, Illera argumenta primero que si el toro sufriera tanto dolor, huiría al ser picado por el picador en lugar de continuar ensañándose con su caballo. Ehem. Luego llega el argumento científico: el tálamo de los toros de lidia es un 20% mayor que el resto de rumiantes. El tálamo es donde se producen endorfinas (hormonas que actúan como opiáceos), y por tanto, el toro segrega más de estas sustancias que minimizan el dolor. Además, dice haber medido la velocidad de respuesta cerebral ante el dolor y ser más rápido que en otras especies. Insistimos: si esto hubiera sido demostrado fehacientemente, ya debería estar publicado. En el artículo aparecen varias voces científicas discrepando de los estudios de Illera. Podéis leerlas en el original. Aquí más bien se trata de comentar el trabajo periodístico. Y a tal respecto, a pesar de valorar positivamente la intención de tratar desde la perspectiva científica este asunto, consideramos que el reportaje se queda a medias. No parece haberse tomado realmente en serio la aportación que puede hacer la ciencia al debate sobre el dolor del toro. Sobre la fisiología del dolor en mamíferos, o el papel del tálamo, debe haber mucha más literatura científica. Y además de buscar respuestas en los antitaurinos, hubiera sido la situación ideal para preguntar la opinión de expertos completamente neutrales, que analizaran mejor los peculiares puntos que defiende Illera. El lector se queda bastante indiferente. Lo percibimos un poco como una oportunidad perdida de demostrar de qué es capaz el periodismo científico riguroso: Dejar un poco de lado las opiniones individuales, analizar en serio si el toro de lidia puede sentir menos dolor que otro rumiante, y criticar duramente el trabajo de Illera si en verdad es fraudulento. Aunque lo sospechamos, nos quedamos con la duda. - Pere Estupinyà |
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