El paradigma de Hemingway
El sentimentalismo no es más que una puesta en escena de sentimientos, a menudo falsa.
Que a estas alturas, Europa siga identificando a España como un país flamenco, cuyos habitantes "cariñosos y divertidos, perezosos y desorganizados" rasgan las cuerdas de una guitarra española cada noche antes de acostarse, si es que se acuestan, es un asunto ante el cual parece que estemos inmunizados. Demasiados años de resignación viviendo con y contra el tópico. El español más taciturno debe aún soportar, cuando llega a una convención internacional, que se le reciba con palmadas, sonrisas conspicuas y cuatro palabras internacionales: fiesta, bravo, siesta y olé. Hacer pedagogía multilateral es cansino, pero en algunos rincones del mundo hay que seguir explicando por qué no tenemos ningún hermano torero ni sabemos bailar sevillanas - tan ajenos como parecen al movimiento antitaurino que ha impulsado Catalunya y a los numerosos debates sobre la identidad nacional-.
Pero el paradigma de Hemingway nos persigue, esa asociación romántica con el sol, el vino y los burladeros. Un ejemplo: en el vídeo de la UE que instaba a la participación en el debate sobre el futuro de Europa, aparecían imágenes de la torre Eiffel, de la Alexanderplatz, un tranvía lisboeta..., bellas estampas universales. ¿Y de España? Por supuesto, un torero y una res de fina ganadería.
¿Orgullo español? O una nueva crisis psicótica de esa Europa que ahora presidimos y que nos sigue imaginando a las cinco de la tarde, muriendo de pasión bajo el sol.
1 comentario:
Más que "paradigma" yo lo llamaría "síndrome invertido". El feroz espíritu de la crítica hacia los estereotipos de lo español, lo compartimos miles de ciudadanos de este país que nos hemos visto obligados a ser como una especie de apátridas culturales, a buscar las referencias en el extranjero, porque todo cuanto veíamos dentro (y vemos) nos causa sonrojo y pena. Digamos que Hemingway representa todo lo contrario de lo que nosotros somos. Él es un camino de vuelta a la búsqueda de una realidad social despreciable. salu2!
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