La hora de romper una tradición cruel y anacrónica
La abolición de las corridas de toros supone la ruptura con un pasado de tradiciones basadas en el cruel disfrute colectivo del sufrimiento de un ser vivo
El Parlamento vivirá mañana un hito trascendente en la decisión que tomará sobre si da luz verde a la iniciativa legislativa popular que pretende la prohibición de las corridas de toros. Una trascendencia que radica en el hecho de que estamos ante una cuestión de alcance ético y moral que provoca posiciones opuestas en la sociedad. Aunque no se puede olvidar que la propuesta de abolición de las corridas de toros llega al Parlamento con el apoyo de decenas de miles de firmas de apoyo de la ciudadanía, con sondeos mayoritarios a favor de la prohibición y con una más que constatable descenso de la afición taurina con respecto a la asistencia a plaza, que ha quedado reducida, con contadas excepciones, en un reducto absolutamente minoritario. Un espíritu, el de la ILP impulsada por la plataforma Basta que aglutina a entidades de defensa de los animales, que entronca con la tradición periodística de este diario, que ha rechazado durante su historia el tratamiento informativo convencional de espectáculos como los toros en el marco de una posición editorial contraria a todos los tipos de violencia, incluida la que se practica contra los animales de manera encarnizada, y aún más cuando se hace de manera organizada y en público. El trato que una sociedad dispensa a los animales con los que convive dice mucho de su gente. Y son decisiones como la que ahora tiene a su alcance tomar el Parlamento las que auspician el progreso social desde el punto de vista moral. La ruptura con un pasado de tradiciones basadas en el disfrute colectivo del sufrimiento de un ser vivo, primero de los mismos hombres y después de los animales, es un síntoma de avance en la civilidad. Las corridas de toros son la única tradición que se mantiene en Cataluña en que se mata a un animal de manera pública, como espectáculo, y además de forma cruel y torturadora. Y esta es la gran contradicción de una ley como la vigente de protección de los animales, que ahora es posible corregir. Porque, a pesar de prohibir el maltrato de animales domésticos, eliminar la muerte de los toros en los pueblos donde se realizan encierros o poner fin a tradiciones como la matanza del cerdo, esta ley dejaba las corridas de toros como una excepción incomprensible en que se podía continuar torturando y matando a un animal en un espectáculo anacrónico en nuestra sociedad. Una situación a la que no es ajena la fuerza de un lobby taurino que tiene en esta actividad importantes intereses económicos, en especial las multimillonarias subvenciones que se destinan, del presupuesto de la UE, el mantenimiento de las explotaciones agrícolas donde se crían los toros . Los diputados y diputadas deberán decidir. ERC e ICV están a favor de la prohibición y el PSC y CiU han dado libertad de voto. En sus manos está la posibilidad de poner fin a un espectáculo que, más allá de la legítima afición que provoca en una parte de la ciudadanía, tiene en la permisividad de la pervivencia de la tortura y la muerte de un animal como espectáculo público un componente negativo para el conjunto de la sociedad desde el punto de vista de los valores que hay que cultivar contrarios a todo tipo de violencia.
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